Me ahogo y no sé nadar en estas aguas. Tengo un nudo terrible en el alma. Me enredan los sentimientos y no estás aquí para sacarme de esas redes. Quiero romperlas, pero temo que me rompan primero, por eso las dejo tal como están… por temor, por el estúpido temor que me encierra en un sublime baúl de recuerdos. Me abren el pecho.
Sí, es cierto, no tuviste la culpa de que los continentes se separaran, pero ahora me dan unas ganas terribles de encontrar al impetuoso que tuvo la “brillantísima” idea para meterlo en esta carne, en estos huesos y en este sentir tan agobiante. Creo que solo así se dará cuenta de que no fue menester proceder de esa manera. ¿Para qué? ¿Por qué lo hizo? Te necesito en estos momentos, pero estas tan lejos... Necesito tus frases jocosas, quiero reír y no me sale.
Creo que dejaron de brillar mis ojos, ya no se sorprenden; solo contemplan y es triste. Se me abre el pecho y no tengo quien me de las puntadas que necesito. Se suponía que vida no fuese proposición y juicio.